Hablemos de belleza. La otra belleza, la del alma. Joaquín Carrasco, profe de Historia, ratón de biblioteca y viajero empedernido -como se describe en su cuenta de Instagram-, de Temuco y adicto a la fotografía, logra captar con sus imágenes ese caminar lento de los años, el peso de una vida rural, en un paisaje y con una calma donde el tiempo parece haberse detenido.

Los recuerdos, las rutinas, de estas mujeres de campo y de mar con olor a leña y pasto mojado, reflejan una belleza del alma a toda prueba. Esa que habla y que a pesar de todo está ahí, intacta, a pesar de las penas, los dolores, las dificultades de una vida sencilla a la que le han sabido rescatar toda su belleza.

Nina mira el lente con actitud. Aquí estoy con mi sonrisa pícara, con cierto aire de plenitud, sin importar nada de aquellas externalidades que enloquecen al mundo en busca de “likes” y comentarios de adulación tecnológica.

¡Háblame de actitud! Ahí está Nina con su canasto, su postura y esa sonrisa que lo llena todo. De su vida no sabemos nada, ni ella de la nuestra, pero su sonrisa nos abre un mundo de calidez y se transforma en un gesto que en toda su sencillez está allí para hacer de un día una experiencia más grata, para quien sea que la reciba.
Ahí están ellas, orgullosas de su vida que tiene su propia riqueza y hermosura, que es diferente a los estereotipos. Las arrugas, la piel y el físico en ellas son de una belleza única y diferente, que aflora con la belleza de su alma.

Sentada en el fogón, rodeada de polvo y hollín, ella contempla el fuego con una armónica placidez. Las botellas de Pepsi, ahora cubiertas de tierra, están allí como mudas testigos del tiempo pasado; ese tiempo que en ella dejó un halo de serenidad y plenitud.
Texto: Tati Ramírez | @tatiramirezsohn
Fotografía: Joaquín Carrasco | @elviejodehistoria