CARMEN BARROS, ESPLÉNDIDA

"Necesitamos que nos dejen ser, que nos den oportunidades"

Con una historia de más de 90 años en que ha disfrutado y atesorado momentos increíbles en su vida personal y profesional, la actriz está convencida de que la vida se disfruta y no se enfrenta. Activa e independiente quisiera que a la gente mayor se la acompañara y se la dejara ser, más que decidir por adelantado que los años les impiden hacer cosas o emprender nuevos proyectos. Solo el tempo cambia, la energía y creatividad siguen en modo activo

Fotografía: Yerarl Solis | Vestido: Iván Grubessich Haute-Couture

“La vida me ha mostrado lo que debo hacer y lo sigo haciendo, por lo que ahora escojo lo que puedo hacer y desecho lo que no puedo hacer”. Con más de 90 años, figura menuda, caminar enérgico, mirada vivaz y proyectando una sencillez y una dulzura que no siempre se ve, Carmen Barros se animó a conversar con Lihka Magazine y contarnos cómo se llega a su edad con esa contagiosa alegría y energía de vivir. Frente a nosotros está una mujer con una vida de novela y de una trayectoria profesional destacadísima: allí está la hija, esposa, abuela, actriz, cantante, escritora, compositora, diplomática y una extensa lista de oficios más.

Con sus 95 años muy activa y autovalente conduce su auto cada vez que quiere o lo necesita. “Me hace sentir independiente; poder salir y disfrutar la soledad de algún paseo me encanta”, cuenta orgullosa.

Se considera una peregrina por su país y por el extranjero. Así como el devenir de su existencia, la hizo vivir en Linares, Talca y Santiago, también la hizo aterrizar y conocer destinos como Berlín, Viena, Bonn e incluso Nairobi. “Siempre fui muy sociable y eso lo heredé de mi padre, un militar y diplomático que murió a los 101 años y fue siempre vital”. Aunque ella no pretende vivir los mismos años que don Tobías Barros, “quisiera no perder esa claridad y esa vitalidad”, confidencia, pues es eso lo que la ha llevado a sentirse plena en cada una de las etapas de la vida.

Cosmopolita

Vivió la Segunda Guerra Mundial desde la primera fila cuando su padre fue destinado a Alemania y allí se llevó a toda su familia. “Imagínese ser testigo de tantos acontecimientos -recuerda-. Los años en que mi padre estuvo como embajador chileno en Alemania fueron unos años muy singulares. Como éramos embajada neutral, todos llegaban a nuestra casa a tomar café y comer cosas que sólo llegaban a nuestras embajadas, me refiero a la de Chile y a la de Argentina, y eso fue una gran oportunidad para conocer a la nobleza europea, por ejemplo, que tenía muchos títulos, pero no tenía dinero. Esos amigos de entonces con el tiempo siguieron siendo mis amigos”, cuenta la actriz de alma y vida cosmopolita

Los años dorados

Con un existir pleno de éxitos profesionales y familiares se casó con Jaime Amunátegui y tuvo tres hijos: Bárbara, Jaime y Loreto. Con su experiencia de vida se considera una mujer privilegiada, es profundamente religiosa y está llena de proyectos.

En su departamento destacan una rica selección de cuadros, fotografías y distintos objetos que la llevan al pasado, que le recuerdan alguna etapa de su existencia, y frente a la cual el tiempo vuela para uno, visitante temporal y privilegiado de la historia viva. Entrevistada innumerables veces a lo largo de su vida, el tiempo conversando con ella pasa muy rápido y plácido al tono de su voz suave y pausada. “Yo creo que la vejez es una parte de la vida que hay que disfrutar. Uno no tiene tantas obligaciones y puede hacer las cosas que tuvo muchas veces postergada”, cuenta convencida, pero esta etapa puede tener también sus desafíos en nuestro país, quizás más que en otros: “el problema es que acá a uno la tratan como una persona distinta. Ese esfuerzo que se hace por llamarla a una “mamita”, “abuelita”, no me gusta. Pienso que eso lo hace la gente de cariño, pero no es el cariño que necesitamos nosotros, nosotros necesitamos que nos dejen ser y que nos den oportunidades”, afirma muy segura.

Vida Relajada

Ñuñoína de corazón, Santiago ha sido su tierra madre y vivido en Ñuñoa, Santiago Centro, el Barrio Forestal y, ahora, ve el correr de la capital desde Providencia.

“En la actualidad vivo una vida relajada, este barrio es muy tranquilo, y acá recibo visitas y disfruto de caminar por el barrio (…) Siempre me gusta pasear y recibir el cariño de la gente y es por eso, no por vanidad, que trato de mantenerme ordenada y que no me falte ni mi labial ni mi delineador de ojos”, cuenta con encantadora coquetería.

“Nunca he sido muy preocupada de temas de moda -admite- pero el mismo hecho de haber visitado tantas partes me ha mostrado que lo principal es el sentido común y la comodidad. En colores, por ejemplo, el rojo me gusta mucho y tengo claro que uno debe vestirse para la ocasión”, declara con esa decisión de quien habla por experiencia.

En estos momentos se siente bien y resume con alegría su actitud de vida. “Mi felicidad es la vida, vivir. No tengo un momento especial ni un recuerdo especial en que fui feliz; yo en muchos momentos de la vida he sido plenamente feliz y lo seguiré siendo por muchos momentos más, porque eso es la vida, es la suma de momentos”, concluye.

Maquillaje: María José Molina
Fotografía: Yerarl Solis | Estilismo: Iván Grubessich

Texto: Oscar Ramírez

Fotografía: Yerarl Solis | @yerarlsolis

Maquillaje: María José Molina | @mariajosehairandmakeup

Estilismo: Iván Grubessich | @ivangrubessich

Producción: María Z | @mariagabrielazu

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